miércoles, 3 de octubre de 2007



















El parque del Redín de Pamplona siempre me ha resultado un sitio especial. Desde que tengo uso de razón he paseado por allí y sigo haciéndolo prácticamente todos los días. El parque entero es un lugar precioso donde uno puede disfrutar caminando entre sus árboles. Las infranqueables murallas de Pamplona que lo rodean, se encargan de abrir la vista hacia los barrios periféricos de la ciudad. Entre las murallas están todos los preciosos árboles que hacen que el lugar posea un entorno encantador. Antiguos y altísimos troncos que nos cuentan cuántos años sostienen sobre sus raíces. Cortezas muy gruesas llenísimas de surcos que ha provocado el tiempo.

Dentro del Redín se encuentra un pequeño rincón al que llaman el Caballo Blanco. Hace sólo unos años toda esta parte fue restaurada y ahora es una zona realmente encantadora. Estos árboles, que comparten con Pamplona mucha de su historia campan a sus anchas por el lugar sin ningún orden aparente. La piedra de las murallas y la antigua ermita restaurada y usada como una coqueta cafetería convierten a este rincón en un lugar lleno de historia y que es parte de lo que hoy es Pamplona.

En contraste con la antigüedad que mantiene este rincón podemos asomarnos entre los miradores o por cualquiera de las murallas y a admirar cómo va creciendo Pamplona y se aleja cada vez más hasta que ya ha llegado a las faldas del monte San Cristóbal.

El conjunto hace que el Caballo Blanco sea un lugar muy visitado por todos aquellos que se acercan a Pamplona. Admiran la belleza de estas vistas o se sientan a disfrutar de la tranquilidad que proporcionan los enormes árboles y las inamovibles murallas. Para la gente de Pamplona, y sobre todo para aquellos que como yo vivimos en el casco antiguo de la ciudad es un lugar muy apreciado. Cualquier tarde de primavera, otoño o verano el Redín se llena de niños que corretean entre los árboles, jóvenes que se cobijan en su sombra con su grupo de amigos o personas que se sientan en la terraza de la cafetería a escuchar uno de los conciertos que allí se ofrecen cuando comienzan los días de calor de la primavera.

Yo soy una de estas personas. Me encanta este lugar y como ya he dicho al principio, paseo casi todos los días por aquí con mi perrita Lur. Y nunca pierdo la ocasión de enseñar a quien quiera verlo este parque de Pamplona.



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